Tuvimos
una beba que nos llenó de amor. Le pusimos Luna, en concenso
familiar. Por la Luz, por la presencia, por Ser. Aparte suena como
Lucila, dijeron sus hermanos. Es un nombre precioso, femenino,
musical, fuerte, lleno. Y ahora pienso que también por la luna, para
tenerla, para saberla siempre presente, para sentir su fuerza sobre
la vida. Para levantar la cara y sentirla, para que nos salude,
cambiante y constante, para que nos sorprenda con su magia, sus fases
espectaculares. Y para que, algunos días, cuando todavía se ve al
mediodía, a los chicos les parezca como una picardía, y podamos
sentirnos especiales, amados, juntos. Juntos.
El
Registro Civil quiere anotarla como un aborto más. ¡Que no es un
aborto, papafritas! Nuestra gorda vivió 26 semanas y 5 días.
Aceptamos que la llamen feto, porque en verdad sí que lo era, pero
su muerte fue una muerte perinatal, no un aborto. Ni la ciencia ni la
descencia dicen que es un aborto. Su lugar no es ningún Legajo de
Abortos.
Como
generocidad, porque las familias de estos bebitos que no se han
quedado estamos haciendo ruido, nos conceden anotarla en el mismo
legajo (erradamente malnombrado) con nombre: Luna. Como si fuera un
perro o una tortuga o una salamandra. ¿Tanto cuesta aceptar que era
una personita hecha y derecha? Duele pensar que una persona tan
pequeña pueda morir, lo sé. Pero ha muerto. Y tiene nombre: se
llama Luna Williamson.
Nombre
y apellido. Uno solo, lo sé, porque soy Argentina y lo hacemos así.
Nuestra beba tiene el nombre que le elegimos con mucho amor, y el
apellido de su papá. Igual que sus hermanos. Que tampoco son
tortugas o salamandras.
No
estoy enojada con el Registro Civil. Cada vez que va mi compañero lo
atiende una chica que creo que entiende la dignidad de tener nombre y
apellido y siempre se acuerda de Lunita.
Nuestro
sueño es que figure en el Libro de Familia. No va a hacer que esté
menos muerta. Pero Luna Williamson es parte de nuestra familia. Y
aunque al Estado Español no le cambie mucho, me hace ilusión tener
a todos mis hijitos en las mismas páginas.
Sí
que estoy enojada con la funeraria. La factura que nos mandaron, a
los dos días de que les entregáramos el cuerpito hermoso y muerto
de nuestra hija, detalla que nos cobran, en parte, por el tratamiento
integral de feto/amputación. Lo sentí como si alguien soltara una
piedra grandecita dentro de mi estómago. Fue un peso denso, un plop
inesperado. Poco a poco nos fuimos despojando de todo lo que pudimos
de la funeraria. Decoramos un frasco, lo pintamos y lo forramos con
tela, lo llenamos de corazones y lunas y escribimos Lunita, te
queremos mucho. Una tarde, los cuatro juntos, pasamos las cenizas del
cuerpo de Luna. Ahora están en un frasquito hecho para ella, con
nuestras manos y nuestro amor.
Hay
poco consuelo para la familia de un bebito que murió. Poca gente lo
va a nombrar. Su nombre no estará bordado en cintas de tela, pegado
con la plancha en camisetas, porque no tendrá camisetas que se
confundan con las de otros niños. No va a haber diplomas o permisos
de conducir o cuentas de email. Quizás por eso es tan importante
poder ver su nombre en el Libro de Familia, el libro de qué somos,
que dice que nos pertenecemos, nuestro bebé también. Un
reconocimiento oficial de que existió en cuerpo. Un último susurro
de que siempre está. Quizás por eso nos importa tanto saber a
nuestro bebé con nombre. Mejor que feto hembra de Celina Blasco,
aborto, criatura abortiva o amputación.
Cheli, cómo estás? Siempre me acuerdo de tí pero no tenía ni idea de la existencia de este Blog. Está precioso, yo también escribí uno durante el año siguiente a la muerte de Kai. A nosotros también nos dolió mucho que no registrasen a nuestro hijo en el libro de familia por haber vivido menos de 24 horas fuera de mí. Pero mi marido, ni corto, ni perezoso...lo apuntó él mismo.
ReplyDeleteMe he leído casi todo el blog de una sentada, hermoso!!!!! Un abrazo fuerte y ya sabes que somos vecinas, si te apetece nos vemos un día.
paloma... me dejaste este comentario el año pasado... al año, justo, de la muerte de lunita...
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